martes, 12 de septiembre de 2006

A LA MEMORIA DE JAIME AYALA SULCA

TESTIMONIO
Lima, 12 de septiembre de 2006


Escuchaba una entrevista de César Hildebrandt a la viuda del desaparecido colega Jaime Ayala Sulca, señora Rosa Pallqui Medina y sentí esa conocida y extraña sensación de la impotencia: Cómo es posible que desde 1984 hasta la fecha la familia de Jaime siga padeciendo el dolor de no sólo no dar con los restos del colega, sino que ahora va a tener que enfrentar una muralla legal que defenderá, sin rubor y a sangre fría, al autor de su muerte, el autodenominado "Comandante Camión".

Realmente da coraje que ni el Informe de la Comisión de la Verdad pueda contribuir a poner las cosas en su lugar. Que el Estado niegue al propio Estado. Que los alevosos crímenes cometidos en nombre de la paz y del restablecimiento del estado de Derecho queden impunes. Que el dolor de su muerte no pueda ser mitigado siquiera con las disculpas del Estado oficial ni con una condena ejemplar.

Conocí a Jaime Ayala pocas horas antes de su desaparición, en medio de un cuadro lúgubre en el Cementerio de Huanta, con cuerpos descuartizados, putrefactos, con llantos desconsolados, rostros de angustia y terror. Era una decena de víctimas de un enfrentamiento, dizque, entre comuneros, cuyos sobrevivientes cargaron sus muertos hasta el precario velatorio de ese pueblo signado por la violencia terrorista, pero también por el abuso militar.

Agazapado en su propio miedo, pero convencido de su papel, Jaime nos abordó en este escenario. No sé si el camarógrafo era Lucho Loayza, pero cubríamos entonces para el programa Conexiones que dirigía y conducía Hildebrandt en Canal 5. El valiente corresponsal de La República tenía una información de primera: en las afueras de Huanta se había encontrado una fosa común, con por lo menos 18 cadáveres.

En realidad, como ocurría con los reporteros que anduvimos por las alturas de Ayacucho, Huancavelica o Apurímac en las épocas más temibles que enfrentamos los peruanos, Jaime buscaba aliados para llegar hasta la agreste zona de la "fosa común". Minutos después en el mismo cementerio de Huanta nos "entrevistaron" -para decirlo de mejor forma- dos barbados efectivos de la ex PIP, que decían trabajar para la Fiscalía Provincial, confirmando el dato de Ayala.

Después de una trifulca en la que casi nos matan a balazos los "tiras" que de verdad desconocían que habíamos sido invitados a conocer la fosa maldita, Jaime, el camarógrafo, un adolescente que conducía la camioneta en donde íbamos, y quien escribe la nota, presenciamos con estupor las imágenes más tristes y terribles del momento. El intenso sol serrano iluminaba los restos irreconocibles y la polvareda levantada por las palas desenterradoras, hacían irrespirable el ambiente ya enrarecido por el hedor de la muerte.

Esta vendría a ser la primera fosa común que se daría a conocer al público, sólo que fue silenciada convenientemente por las autoridades de ese entonces y mi material en video, en donde aparecía Jaime Ayala, terminó en el escritorio de Genaro para evitar su difusión. Jaime fue desaparecido a la mañana siguiente de los hechos, mientras yo retornaba a Lima con la primicia silenciada. Días después sería imposible evitar la aparición de más fosas y entonces los aparatos de maquillaje elaboraron las estrategias para difundir “las primicias” con libreto preestablecido. Hildebrandt renunció a Canal 5 poco después, los reporteros nos quedamos sin empleo y los deudos de Ayala comenzaron su vía crucis.

También Hildebrandt increpó en radio San Borja por qué no se pone el nombre de Jaime Ayala Sulca a algún lugar público o algo así para rendirle un permanente homenaje.

Sería lo correcto, pero en un país tan ingrato, olvidadizo y discriminador como el nuestro es casi un imposible. Peor cuando hoy algunos se pelean por ser más "héroes" que otros y algunos rimbombantes apellidos se disputan por un parque sanisidrino.

Finalmente, una confesión de parte. He tratado de limpiar mis penas, silenciosamente, por la desaparición de Jaime, este incondicional y aguerrido guía como muy pocos en el periodismo peruano, yendo a Huanta por tierra más de una vez, y he sido gratificado viendo reverdecer algunos de sus campos y el pueblo laborioso levantando y modernizando la zona.

Cuando fungí de burócrata en el Banco de la Nación, pude lograr -por la memoria de mi colega, pero guardándome el secreto hasta hoy- que el directorio disponga la construcción de un local propio y amplio como agencia para la provincia. Fue inaugurado el 15 de septiembre de 1997, en ceremonia pública, con todos los gerentes del banco como nunca ha ocurrido, con trago, banda militar y baile popular, a la usanza pueblerina.

Jaime, ¿cuándo descansarás en paz?

Por Miguel Ángel Risco


Publicado el 18.09.06 en Crónica Viva (http://www.cronicaviva.com.pe) y Adehr Perú (http://www.adehrperu.org) y el 04.10.06 en el blog de Boris Ayala (http://borisayala.blogspot.com).

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